Las ruinas de Yosa de Garcipollera

Apenas queda ya nada de Yosa de Garcipollera.

Yosa de Garcipollera es el despoblado de este valle del Pirineo más difícil de localizar. Al encontrarse retirado de la carretera que recorre el valle siguiendo el curso del río Ijuez y totalmente espaldau, hay que saber dónde está para llegar hasta él; es complicado encontrarlo por casualidad y además tampoco está señalizado el camino por donde se llega. Pero para eso están los GPS y el Google Maps de los móviles (clic aquí para obtener la ruta).
Lo poco que queda de Yosa de Garcipollera está en la solana del valle, en la margen derecha del Ijuez a una media hora de camino de Bescós por la pista que lleva hasta Cenarbe, que sí está señalada con un cartel en el que se puede leer "A Villanúa por Cenarbe". La pista parte de la carretera principal justo antes de atravesar el barranco de Vadiello y a los pocos metros hay una barrera que impide el paso con vehículos a motor. La pista empieza muy llana junto al cauce del barranco, pero poco después gira a la izquierda y comienza a subir.
Rápidamente se va ganando altura entre el bosque de pinos de repoblación, muchos parasitados con muérdago (sí, aquello que recogía Panorámix con su hoz de oro, para hacer la pócima de los irreductibles galos, o los pastores, para dar de comer al ganado). El pinar está salpicado de algunos frutales asilvestrados que yo diría que son cerezos; no os lo puedo asegurar, pero me da la sensación de que para la primavera el paseo puede ser todavía más bonito que en verano, que es cuando lo hice yo.
Muérdago (Viscum spp.).

No se tarda mucho en llegar a un improvisado mirador en una de las curvas del camino, desde el que hay una estupenda vista del valle hasta el pueblo de Villanovilla. Poco rato después se llega a una zona bastante llana donde la pista se bifurca: a la derecha continúa hacia Cenarbe y Villanúa (hay un buen trecho aún y también se puede volver a bajar más adelante por otra pista hacia la ermita de Iguacel, pero hablamos ya de una excursión de varias horas en los dos casos) y a la izquierda los mapas señalan que se puede llegar hasta las ruinas de Santa María de Trujillo y a Castiello o volver otra vez hacia la carretera principal haciendo una ruta circular y yendo a parar a la borda que hay a mitad de camino entre Castiello y Bescós (más corto que lo anterior, pero un buen rato también). ¡Ojo no os despistéis! Antes de llegar hasta aquí hay una bifurcación en una curva a derechas en la subida: esa no es la bifurcación buena, ya os daréis cuenta si os equivocáis de que el camino que sale ahí hacia la izquierda pronto se convierte en senda... ¡Ese no es, media vuelta!
Si habéis llegado la zona llana donde está la bifurcación "buena", ya no queda nada para encontrar los restos de Yosa de Garcipollera. Dejad la bifurcación a vuestra derecha y caminad por el llano entre los pinos en paralelo a la pista que nos llevaría a Santa María de Trujillo. Seguramente daréis en seguida con un sendero bastante visible que es el que conduce al despoblado. Pronto veréis los restos de una edificación totalmente derruida que parece una borda con un corral anexo rodeado por lo que queda de una tapia de piedra... O quizás una ermita y su camposanto, no sé. Sin conocer cómo fue el pueblo es imposible asegurar una cosa u otra para un simple senderista como yo.
Si seguís por el sendero dejando a vuestra izquierda la ruina misteriosa, llegáis en un momento a la única construcción que queda en pie en la zona: es un refugio de piedra con el vano de la puerta abierta estrechado para que no se cuelen las vacas, con un pequeño hogar bajo que te puede sacar de algún apuro en día de tormenta o en invierno y unos cuantos murciélagos en el techo que parecen inquilinos permanentes del local.
Refugio de pastores. Está un poco antes de llegar al núcleo del pueblo.

Y por la senda, cien metros escasos después, tenemos lo que el tiempo todavía no ha borrado de Yosa. Casi engullidas por la vegetación, que recupera lo que se le arrebató con muchos sudores, te vas topando con las paredes de algunas casas, imposibles de diferenciar unas de otras al menos que conocieses el pueblo antes de que se vaciase. Las zarzas cierran varios pasos y no es fácil moverse entre las ruinas. En la parte norte todavía sobrevive en pie y libre de maleza un pequeño trecho de camino marcado por dos muros de piedra seca. Y poco más... El tiempo ha borrado ya prácticamente Yosa de Garcipollera del mapa, dejándolo vivo sólo en la memoria de quienes lo vieron habitado y en viejas fotos en blanco y negro que antiguos pobladores de La Garcipollera y sus descendientes van colgando en su grupo de Facebook.
Un pequeño trecho de camino delimitado por muros de piedra seca.

Las ruinas siempre resultan evocadoras para los caminantes como yo. No puedo evitar pensar cómo sería la vida entre las paredes que se comen poco a poco los árboles, tan dura, con lo justo... y entiendo perfectamente que la gente marchase, aunque duela ver el abandono y pensar en las vidas que se invirtieron en hacer habitable un rincón perdido del monte, para que al final todo vuelva a ser bosque.
¿Quién se asomaría a esa ventana por última vez, antes de cerrar la casa?
Tienes más fotos de esta excursión en el álbum "Las ruinas de Yosa de Garcipollera" de mi página de Facebook.

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